Pepe Herrera | UNAM Global Revista
La temporada de huracanes 2025 está por comenzar, lo que despierta nuevamente el interés por conocer los posibles escenarios meteorológicos que podrían presentarse tanto en el océano Atlántico como en el Pacífico oriental. Este tema resulta especialmente relevante tras eventos devastadores como el huracán Otis en 2023, que sensibilizaron a la población mexicana sobre la importancia de estar informados y preparados ante fenómenos naturales extremos.
De acuerdo con las fechas oficiales, la temporada inicia el 15 de mayo en el Pacífico oriental y el 1 de junio en el Atlántico, concluyendo en ambas cuencas el 30 de noviembre. En este contexto, instituciones como la Secretaría de Marina en México y el equipo de Ciclones Tropicales, Radar, Modelado Atmosférico y Software de la Universidad Estatal de Colorado han comenzado a emitir sus pronósticos estacionales (proyecciones que estiman el comportamiento promedio de una variable durante una temporada, elaboradas con meses de anticipación).
Sin embargo, para la doctora Christian Domínguez Sarmiento, investigadora del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático, es importante subrayar que los pronósticos estacionales emitidos con mucha anticipación, como los elaborados a principios de mayo, pueden tener un margen de error considerable.
“Hasta ahora, los pronósticos indican que la temporada será ligeramente más activa de lo normal en el Atlántico. Se prevé la formación de 17 ciclones tropicales, cifra superior al promedio histórico de 14 ciclones entre 1991 y 2020. En el Pacífico, se esperan 19 ciclones, también por encima del promedio, que ronda los 16. Sin embargo, los pronósticos emitidos en julio son más precisos porque integran las condiciones atmosféricas y oceánicas previas al pico de la temporada de huracanes”, explicó.
Actualmente, el planeta atraviesa una fase neutra de la oscilación climática conocida como El Niño-Oscilación del Sur. Esto significa que las temperaturas del Pacífico tropical están dentro de los rangos normales, lo que dificulta identificar patrones claros sobre el comportamiento de los ciclones. En condiciones neutrales, como las actuales, los ciclones del Pacífico tienden a acercarse más a las costas mexicanas, aunque no necesariamente aumentan en número. Sin embargo, los que se formen podrían representar mayor riesgo de impacto.
La labor de darle nombre a un huracán
Un tema que siempre despierta curiosidad es el sistema de nombres de los huracanes. Este proceso no es arbitrario ni improvisado: los nombres provienen de listas previamente aprobadas por el Centro Nacional de Huracanes (NHC, por sus siglas en inglés) en coordinación con la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Las listas siguen el orden alfabético y alternan entre nombres femeninos y masculinos, tanto en el Atlántico como en el Pacífico oriental. Por ejemplo, en 2025, la lista para el Atlántico comienza con Andrea; el siguiente será un nombre masculino con B, como Barry. Estas listas se reciclan cada seis años.
Un huracán recibe su nombre una vez que alcanza vientos sostenidos de al menos 64 km/h, es decir, cuando se convierte oficialmente en tormenta tropical. Si un huracán causa daños especialmente graves o provoca numerosas muertes, su nombre se retira de la lista y no se vuelve a usar, como ocurrió con Wilma (2005), Manuel (2013) y Otis (2023). El nombre retirado se sustituye por otro con la misma inicial y género.
Estudio revela probable aumento de huracanes hacia 2030
Más allá del presente, la comunidad científica proyecta cómo podría cambiar la actividad ciclónica en los próximos años. Un reciente estudio de la Universidad de Reading señaló que se espera un aumento en la actividad de huracanes en el Pacífico oriental durante los próximos siete años.
“Este tipo de análisis se conoce como pronóstico decadal, diferente al estacional. Mientras el estacional abarca unos meses, el decadal proyecta tendencias a una década. Es importante aclarar que este estudio no significa que cada año tendremos huracanes devastadores como Otis, ni que se duplicará el número de tormentas. Indica una tendencia general al alza, impulsada por oscilaciones climáticas decadales oceánicas y atmosféricas”, explicó la especialista del ICAyCC.
Agregó: “Un año puede ser más activo que otro, pero lo relevante es la tendencia durante todo el periodo”.
Aunque no se pueden prever fechas específicas, Domínguez Sarmiento advirtió que eventos como Otis podrían repetirse en los próximos años. El caso de Patricia en 2015 fue el antecedente más cercano, y entre ambos pasaron solo ocho años. Este patrón sugiere que los ciclones de gran intensidad ya no serán eventos tan esporádicos como antes.
Por ello, enfatizó la necesidad de que la sociedad y los gobiernos valoren este tipo de estudios y adopten medidas preventivas similares a las de los simulacros de sismos.
“Muchas personas no actúan ante una tormenta tropical porque no la consideran peligrosa. Existe la falsa percepción de que solo los huracanes categoría 4 o 5 son una amenaza, cuando en realidad cualquier ciclón tropical puede causar daños importantes, ya sea por lluvias intensas, oleaje o vientos fuertes. Por eso la labor de concientización debe iniciar desde el arranque de la temporada”, expresó.
La doctora Domínguez Sarmiento propuso que estados como Guerrero, Chiapas, Veracruz, Tabasco y toda la Península de Yucatán realicen ejercicios comunitarios que capaciten a la población sobre cómo actuar en caso de ciclón, incluso antes de que inicie la temporada.
Limitaciones tecnológicas: una barrera que debemos superar
La tragedia de Otis puso en evidencia las carencias en meteorología y predicción climática. A diferencia de países como Estados Unidos, que cuentan con aviones cazahuracanes capaces de ingresar al ojo del ciclón para obtener datos precisos, en México no se dispone de esta tecnología.
Además, la medición de la temperatura oceánica y del contenido de calor oceánico, factores cruciales para entender la formación y evolución de huracanes, no se incorpora con la precisión necesaria en los modelos meteorológicos. Ante esto, la investigadora del ICAyCC subrayó la urgencia de realizar inversiones estratégicas, sostenidas y bien dirigidas en infraestructura meteorológica y formación científica.
“En México carecemos de los instrumentos adecuados para la observación en tiempo real de fenómenos atmosféricos. La red de radares meteorológicos es escasa y está mal distribuida. En zonas vulnerables como Guerrero o Chiapas, simplemente no hay cobertura. Esta falta de datos impide alimentar con precisión los modelos que pronostican la evolución de los ciclones y otros eventos severos”, advirtió.
Por ello, reiteró la necesidad de crear centros meteorológicos regionales en cada estado costero, dotados de tecnología de punta y personal capacitado, capaces de monitorear y emitir pronósticos locales adaptados a las necesidades de su población.
Vía: UNAM Global Revista REGRESAR