La doble cara de los ciclones tropicales y la gestión de riesgos

Christian Dominguez

Los científicos, desde sus laboratorios de investigación, pueden crear planes que ayuden a amortiguar los daños inducidos por los fenómenos naturales y, de esta manera, compensar los impactos producidos por los desastres de origen hidrometeorológico.

Tiene 32 años y se ha pasado la vida estudiando. A los 22 egresó de la licenciatura, y dos después de la maestría, más seis de doctorado. El año pasado obtuvo una plaza de investigadora en el Centro de Ciencias de la Atmósfera. Christian Domínguez Sarmiento, del Grupo de Interacción Micro y Mesoescala, que pertenece al Departamento de Ciencias Atmosféricas, es de las únicas científicas de la Universidad Nacional doctorada en Ciencias de la Tierra en el área de Meteorología Tropical con especialidad en ciclones tropicales.

“México requiere más especialistas en meteorología tropical. Veo muchas deficiencias en nuestro país, porque la gente no conoce lo básico de la meteorología y dice muchas cosas distorsionadas y raras”, refiere la novel investigadora. Meteoróloga por parte de la Universidad Veracruzana, hizo el posgrado en la UNAM, pero con muchas estancias largas en el extranjero. Siete meses en la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA), en Washington; tres meses en la Universidad de Sao Paulo, Brasil; seis meses en el National Center for Atmospheric Research, en Boulder, Colorado, que es una institución oficial que solo se dedica a las investigaciones atmosféricas, “donde hay un montón de expertos a nivel mundial. Todo mundo quiere estar ahí”.

Bueno para las zonas áridas y semiáridas

Somos un país mitad tropical y mitad árido-semiárido. Cuando surge algún problema, señala Domínguez, se intenta remediarlo poniendo al frente de la situación a alguien que no sabe de meteorología; pueden ser buenos administradores, pero no son meteorólogos; es decir, no entienden los mecanismos del fenómeno tropical y se dedican a intentar descifrar la situación. Sin embargo, al no lograr comprenderlo en su totalidad, las medidas “preventivas” que se intentan implementar llegan demasiado tarde y solo se trata de solucionar los impactos del desastre ya causado.  

A principios de año, la científica reveló que esta temporada de huracanes 2019 sería muy intensa en nuestras costas del océano Pacífico. Y ahora…, “así es la ciencia… y la naturaleza”, hace algunas precisiones a sus pronósticos, pues estamos a finales de agosto y aún no ha llegado ningún ciclón tropical al territorio mexicano. “Del lado del Atlántico ya sabíamos que iba a haber menos. Como es el año del Niño, se eleva la temperatura de la superficie en el Pacífico, lo que trae consigo que se modifiquen las circulaciones globales de la atmósfera y exista un viento descendente en la vertical (cizalla) que inhibe la formación de nubes en el Golfo de México y mar Caribe. Por tanto, el fenómeno del Niño, que se origina en el Pacífico tropical, también influye en la formación de ciclones tropicales en estas regiones y parte del Atlántico del norte”.

Del lado del Pacífico, “el pronóstico climático indicaba que el Niño duraría una temporada de nueve meses hasta diciembre del pasado año, pero en junio cambió a condiciones neutrales; es decir, en vez de que el Pacífico tropical esté caliente, que es cuando se favorece la formación de ciclones tropicales en esta cuenca oceánica, los registros, sorprendentemente, están dando otras temperaturas. Neutro es una temperatura promedio, no muy caliente, pero tampoco muy fría, que se presenta cuando existe el fenómeno de la Niña, lo opuesto al Niño. Esto no se debe al cambio climático, simplemente es una oscilación estacional natural”, expone la experta.

Para el Pacífico del este, la Dra. Domínguez había calculado 14-16 ciclones, y 9-10 para el Atlántico. “Pronostiqué que los del Pacífico del este podrían ser muy intensos, incluso uno de categoría cinco, como el huracán Patricia que ocurrió en 2015. Sin embargo, todo cambió a condiciones neutrales, anulando así esas predicciones. Ahora, para el Pacífico se prevén menos, alrededor de 10-12”.

Ningún ciclón tropical ha impactado México y gran parte del país se encuentra desde condiciones anómalas de sequía hasta sequía excepcional, como lo muestra el monitor de sequía de la Comisión Nacional del Agua (Conagua):


La clave está en la buena gestión de riesgos

Eso es bueno, ¿no? Silencio. “¿Qué dice la gente cuando va a venir un huracán?: ‘Nos vamos a morir todos’. Piensan siempre lo peor. Esto tiene mucho que ver con la cultura meteorológica que tenemos y la gestión de riesgos; es decir, en cómo nos organizamos para emitir una respuesta frente al fenómeno hidrometeorológico. Los ciclones tropicales siempre han existido. Se extinguirá la humanidad, pero los ciclones seguirán ocurriendo. Son parte de la naturaleza”.

¿Y qué pasa?, se interroga la investigadora. Pues que somos muchos y nos asentamos en lugares donde no deberíamos. Entonces, la importancia que le damos al ciclón tropical está directamente relacionada con el tamaño de las poblaciones que se verán afectadas. Si pasa por un lugar despoblado, pues no sucede nada. El fenómeno hidrometeorológico adquiere relevancia cuando afecta a una gran cantidad de personas, debido, entre otras cosas, a los asentamientos irregulares que hay en gran parte del país. ¿Qué pasa con las personas pobres que viven en asentamientos irregulares, o cuyas casas están en laderas o en suelos inestables o inundables? Cada vez que sucede un evento de precipitación intensa se deslavan las laderas o se inundan las viviendas y sobreviene el desastre, y tal vez ocurra una tragedia de grandes dimensiones. “Esto es lo que pasa en gran parte de nuestro territorio, principalmente en el sur”, explica la científica.

Agua para bien e inundaciones para mal

Por el contrario, la otra parte del país es propensa a sequías de larga duración. El norte es una región árida o semiárida, conocido culturalmente como Aridoamérica. Así, cualquier lluvia que pueda llegarles tratan de captarla por medio de presas, las cuales ofrecen gran disponibilidad de agua para una cierta temporada. “Imagínese que los ciclones tropicales que les traen agua dejaran de presentarse”. Estos fenómenos recurrentes pueden convertirse en un desastre natural o en tragedia humana en el sur por una mala gestión de riesgos, pero pueden ser una bendición para el siempre sediento norte, y más cuando se encuentra en condiciones de sequía, que es lo más habitual.

La gráfica muestra cinco presas. “Adolfo López Mateos” y “Álvaro Obregón” están en la zona de Hermosillo; “El Cuchillo” y “Cerro Prieto” son del noreste, cerca de Monterrey; “Yosocuta”, como contraparte, está en una zona tropical: Oaxaca. Las barras muestran el cambio en el volumen de las reservas de agua recibida durante los meses de ciclones tropicales, los cuales aportan precipitaciones a la región (barras negras), y sin influencia ciclónica (barras grises) en el periodo 1979-2013.

Cuando un ciclón tropical impacta la región del norte, sube la reserva de agua en las presas. Lo contrario ocurre durante los periodos en los que no hay ciclones tropicales, ya que repercute de inmediato en un pronunciado descenso del nivel de los reservorios. “En esos momentos de ausencia de ciclones tropicales, la población pasa tres o cuatro días sin suministro continuo de agua y es cuando se da cuenta de su gran valor; porque en México hay poca conciencia de este valor”, sentencia la investigadora. “Lo que para unos puede ser un desastre, para otros es una fuente de vida. Son los contrastes de la naturaleza”.

El principal beneficio de los huracanes es el agua que proporcionan a las zonas áridas y semiáridas. En caso de una sequía muy fuerte, un ciclón tropical puede amortiguar sus efectos. Después de una sequía súper intensa como la de 2010 a 2012 en el noreste, llegó la tormenta tropical Ingrid que se formó en el Golfo de México en 2013 que trajo lluvias, pero solo alivió la falta de agua durante un breve periodo. La población estuvo en una situación crítica, porque ya no pueden sacar agua del subterráneo (mantos acuíferos). Sin embargo, Ingrid les ayudó muchísimo, haciendo que los niveles de las presas “El Cuchillo” y “Cerro Prieto” se recuperaran, agrega la investigadora.

Durante los días 15 y 16 de septiembre de 2013, Ingrid, en simultaneidad con el huracán Manuel en el Pacífico, provocaron lluvias intensas en 22 de los 32 estados de la República Mexicana, donde dejaron más de 200,000 damnificados y 157 muertos. Los estados que más resintieron los efectos de Ingrid fueron Veracruz e Hidalgo. Los daños materiales de Ingrid y Manuel se valuaron en 74 mil millones de pesos, recuerda Domínguez.

Es muy arriesgado atreverse a afirmar que hubo más beneficios que daños, o daños que beneficios, porque la vida humana no tiene precio. Sin embargo, más o menos se puede anotar que hubo los mismos beneficios, en términos de disponibilidad de agua, que daños económicos asociados al paso de estos dos ciclones tropicales simultáneos. “Tal vez un poco más de beneficios. Imagínese lo que es no disponer de agua para consumo humano en la red de distribución de decenas de poblaciones”.

La buena gestión de riesgos es la solución

Hay mala gestión porque somos humanos, por un montón de intereses; por ejemplo, más recursos económicos para unos municipios y menos para otros, dependiendo de los colores políticos del momento, acota la investigadora. Hay un fideicomiso llamado Fondo de Desastres Naturales, pero no se distribuyeron correctamente los recursos en las administraciones anteriores, muchos afectados mencionaron que recibieron una ayuda muy insuficiente, incluso que a veces, un considerable porcentaje de la ayuda desaparece antes de llegar a los damnificados.

El sistema de alerta temprana de ciclones tropicales “es bueno y funciona de manera adecuada, pero todo cambia cuando se aúna la parte de la gestión de riesgos”, insiste la investigadora. Conagua emite la alerta y se la comunica a Protección Civil o, si es muy intenso el fenómeno, los militares entran en acción con el Plan DN3. En administraciones anteriores, esas decisiones se han tomado seis o doce horas antes del impacto del ciclón tropical en territorio mexicano. “Dígame usted si le da tiempo a desalojar su casa en seis horas y llegar a un refugio o a una zona segura. Seis horas son insuficientes”.

Otro problema es la comunicación entre los diferentes niveles de gobierno, desde la parte federal hacia la estatal y luego a la municipal. “Ahí también estamos fallando. Por ejemplo, durante los ciclones tropicales Ingrid y Manuel de 2013, el error en la gestión de riesgos fue por parte de los municipios que iban a ser afectados. Me enojo mucho cuando hay una mala gestión de riesgos. Cuando ocurrió Ingrid y Manuel en 2013, me dio mucho coraje saber que por eso murieron tantas personas en zonas rurales cerca de Acapulco”, concluye la científica Christian Domínguez Sarmiento, investigadora del Centro de Ciencias de la Atmósfera.

En algunas regiones costeras de México los ciclones tropicales pueden aportar desde un 20 a un 60% de la lluvia estacional [(mayo-noviembre)].
Varios estudios señalan que la contribución de los ciclones tropicales a la lluvia estacional o anual puede alcanzar hasta un 50% en algunas regiones continentales [de México].
La mayoría de las estaciones de medición del noroeste de México están ubicadas en regiones semiáridas, donde los ciclones tropicales pueden aportar hasta un 40% de la precipitación anual en esta región, y hasta un 60% en la península de Baja California.
Fuente: The Role of Tropical Cyclones in Precipitation Over the Tropical and Subtropical North America. Christian Domínguez y Víctor Magañahttps://www.frontiersin.org/articles/10.3389/feart.2018.00019/full

Según cifras del Centro Nacional de Prevención de Desastres, de 2000 a 2016 México ha tenido pérdidas por 425 mil millones de pesos debido a desastres, y 60% son principalmente por ciclones tropicales.

Fuente: El Faro UNAM