Eventos extremos, Cambio Climático antropogénico y variabilidad natural

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Imagen tomada el 2 de noviembre del 2020 por el sensor infrarrojo del satélite GOES-East del huracán Eta sobre el Mar Caribe, llegando hacia Centroamérica. Fuente: NOAA, disponible en la página: https://www.nesdis.noaa.gov/content/imagery-data-0 


Por: Ana Fabiola Hernández Domínguez


“El 3 de mayo, sí, ponen la cruz, es cierto, pero hacen ofrenda. Hacen ofrenda para adorar al dios del agua, para que el dios del agua no se vaya, para que el dios del agua no cambie de lugar, porque el dios del agua, sí se puede ir. Si tú lo ofendes, si le echas, “los cupes”, si tú le echas basura, el dios del agua se puede ofender, sentirse dañado, y se puede ir, y nosotros vamos a quedarnos sin agua. Sí tienen que cuidar bastante, porque el agua tiene vida. Si tú lo ofendes, siente, si tú le haces “perezas”, siente y si tú lo amas, siente. Entonces al agua hay que amarla para que siga viviendo contigo. Y para nosotros, la tierra, el agua, sí son seres vivos.”

Don Antonio (informante totonaca). 

Fuente: Lammel et al. (2008).

Sequías, ondas de calor, tormentas severas, heladas entre otros eventos extremos dejan a su paso un escenario que solo refleja nuestra vulnerabilidad a los impactos de éstos eventos; estación tras estación. Pérdidas en la infraestructura, pérdidas económicas, pérdidas de vidas humanas, crisis alimentaria, enfermedades, plagas, todo derivado de la crisis ambiental, la crisis climática y a una terrible gestión de riesgos que no pueden seguir minimizándose.

¿Cuál es la relación existente entre los eventos extremos y el cambio climático?

La existencia de los eventos extremos está  asociada a las interacciones entre el océano y la atmósfera. Estos eventos pueden ocurrir a un nivel local o a una escala global (Maturana et al., 2004).

Desde 1950, se han observado episodios extremos de fenómenos hidrometeorológicos debidos al cambio climático antropogénico. Los eventos extremos han incrementado su frecuencia e intensidad en las últimas décadas y junto con ellos, algunos cambios reversibles o irreversibles en las esferas terrestres; por ejemplo, en la biósfera, donde se han visto cambios en la distribución de poblaciones y comunidades de diferentes especies (Harris et al., 2020).

Aunado a esto, los impactos del cambio climático por eventos extremos han alterado la disposición de recursos hídricos, no solo en cantidad, sino también en calidad. (IPCC, 2014). Por otro lado se aprecian efectos negativos sobre la agricultura (Raymond et al., 2020), la ganadería, la pesca, la producción de energía eléctrica y los sistemas de comunicaciones suelen verse afectadas tras el paso de un evento extremo (Magaña and Morales, 1999). Sin embargo, el costo no queda únicamente en algo monetario, sino que se pierden vidas humanas, el patrimonio cultural, servicios ecosistémicos, entre otros. 

Riesgos y desastres en México causados por eventos extremos

Elipse: El aumento de los gases de efecto invernadero, así como el crecimiento demográfico y los cambios en el uso del suelo pueden alterar varios procesos meteorológicos relacionados con la precipitación y la temperatura (Magaña and Morales, 1999)

Lammel et al. (2008) mencionan que desde los 80’s, en México se comenzó a trabajar en elaborar planes para enfrentar los eventos extremos. Los desastres ocurridos por eventos hidrometeorológicos se remontan a la época prehispánica en nuestro país. El riesgo a un evento de este tipo depende tanto de la magnitud de las vulnerabilidades que envuelven a la población, ya sean sociales, culturales, políticas y/o económicas, así como de la ocurrencia de amenazas naturales (Domínguez et al., 2020). Si una amenaza se presenta ante una sociedad vulnerable, entonces el final será desastroso. Por esto, el enfoque histórico es una herramienta para conocer las vulnerabilidades a las que estamos sujetos como habitantes de los distintos estados de México.

Siempre hay que tener presente, que la vulnerabilidad y el riesgo son producto de las desigualdades sociales y económicas (Lammel et al., 2008), tan cierto es esto que, durante el periodo de 1970-2008, más del 95% de las muertes, provocadas por desastres derivados del paso de un fenómeno natural extremo, tuvieron lugar en países en vías de desarrollo (IPCC, 2012).

Por lo tanto; no se pueden tener avances en materia de riesgos hidrometeorológicos, partiendo de injusticia social. Desde antes de 1999 la comunidad científica ha divulgado la necesidad de manejar los recursos naturales de forma racional y que las políticas de desarrollo sustentable deben contemplar las variaciones en el clima, muchas veces provocados por transformaciones antropogénicas que degradan los ecosistemas (Magaña and Morales, 1999). Actualmente, la pérdida de los ecosistemas en México, así como la contaminación han modificado el ciclo hidrológico y han disminuido la captación y retención de la humedad en la superficie.

Por otro lado, la población costera en el país ha incrementado mucho en las últimas dos décadas. En el 2003, se registró una densidad demográfica de 2 millones de habitantes en las costas del Pacífico y el millón y medio en las costas del Golfo de México (Jáuregui, 2003). Estas poblaciones están expuestas a los ciclones tropicales (CTs). 

Estos sistemas tienen una estacionalidad que abarca del primero de junio al 30 de noviembre para el norte del Atlántico y del 15 de mayo al 30 de noviembre para el este del Pacífico (NHC and CPH, 2020).  Normalmente se les asocia a desastres debido a lluvias intensas, vientos fuertes y mareas altas (Dominguez and Magaña, 2018).

Sin embargo; ¿los CTs son malos? La respuesta es no, al contrario, juegan un papel muy importante en el ciclo hidrológico de las regiones áridas y semiáridas del país, contribuyendo con más del 50% de la precipitación y manteniendo un reservorio de recurso hídrico para el resto del año (Domínguez et al., 2020).

Esto demuestra que los fenómenos naturales extremos no tienen cualidades de bondad o maldad, solo pueden resultar en beneficios o daños, dependiendo de qué tan vulnerables seamos a ellos. Por lo tanto, los desastres pueden disminuir si nuestra vulnerabilidad también lo hace, así  los CTs sean cada vez más intensos y frecuentes.

Entonces, ¿los eventos extremos más frecuentes e intensos sí son culpa de los humanos?

De acuerdo al IPCC, para atribuir formalmente la participación del hombre a los eventos extremos, debe observarse una relación entre el incremento de la probabilidad de ocurrencia de los eventos extremos o la amplificación de sus impactos bajo forzantes humanos y, a su vez, no deben ser consistentes con explicaciones alternativas plausibles (Harris et al., 2020). 

Por ejemplo, las sequías y las ondas de calor, son resultado de variaciones naturales de la circulación atmosférica. Sin embargo, se ha observado que sus efectos pueden agravarse si la superficie ha sufrido un cambio en el uso del suelo; por ejemplo, deforestación o cambio de la flora natural, como la tala de un bosque para transformarlo en un pastizal que favorezca a la industria ganadera. Estos cambios incrementan la pérdida de humedad en los terrenos agrícolas y forestales incrementando las condiciones secas y cálidas sobre la región donde está ocurriendo el evento extremo (Teuling et al., 2010).

¿Qué queda por hacer?

Mientras la población siga expuesta a amenazas y sea vulnerable a ellas, el riesgo seguirá implicando daños, muchas veces, irreparables.  Para aumentar la resiliencia de la población se debería:

  • Disminuir la exposición a la amenaza natural.
  • Incrementar la resiliencia a los riesgos cambiantes (en el caso de los eventos extremos, éstos ya son más frecuentes, intensos, con mayores coberturas y más duraderos).
  • Reducir la vulnerabilidad que, inequívocamente, conduce hacia la justicia social.
  • Prepararse ante el pronóstico de un fenómeno natural extremo, tener pronta respuesta por parte de los tomadores de decisiones ante los posibles impactos y la posibilidad de recuperación de los daños, es decir, evitar los desastres irreparables.

Referencias

  1. Domínguez, C., Jaramillo, A. and Cuéllar, P. (2020). Are the socioeconomic impacts associated with tropical cyclones in Mexico exacerbated by local vulnerability and ENSO conditions? Int. J. Climatol.  2020:1-18. https://doi.org/10.1002/joc.6927.
  2. Domínguez, C. and Magaña, V. (2018). The Role of Tropical Cyclones in Precipitation Over the Tropical and Subtropical North America. Front. Earth. Sci. 6:19. doi: 10.3389/feart.2018.00019.
  3. Giddens, A. (2009). The politics of Climate. Change. Reino Unido: Polity Press.
  4. Harris,R., Loeffler, F., Rumm, A., Fischer, C., Horchler, P., Scholz, M., Foeckler, F. and Henle, K. (2020). Biological responses to extreme weather events are detectable but difficult to formally attribute to anthropogenic climate change. Scientific Reports, 10:14067. https://doi.org/10.1038/s41598-020-70901-6.
  5. IPCC. (2012). Managing the Risks of Extreme Events and Disasters to Advance Climate Change Adaptation (SREX). A Special Report of Working Groups I and II of the Intergovernmental Panel on Climate Change 582. IPCC, Cambridge. Generado el 14 de diciembre 2020. Disponible en Internet: https://www.ipcc.ch/report/managing-the-risks-of-extreme-events-and-disasters-to-advance-climate-change-adaptation/.
  6. IPCC. (2013). Cambio Climático 2013: Bases físicas. IPCC, Cambridge.  Generado el 12 de diciembre del 2020. Disponible en Internet: https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2018/03/WG1AR5_SummaryVolume_FINAL_SPANISH.pdf.
  7. IPCC. (2015). Cambio Climático 2014. Informe de síntesis. IPCC, Cambridge. Generado el 12 de diciembre del 2020. Disponible en Internet: https://archive.ipcc.ch/pdf/assessment-report/ar5/syr/SYR_AR5_FINAL_full_es.pdf.
  8. Jáuregui, E. (2003). Climatology of landfalling hurricanes and tropical storms in Mexico. Atmósfera. 16,  193-204.
  9. Katz, R. (2002) Sir Gilbert Walker and a Connection between El Niño and Statistics. Statistical Science. 17, 97-112.
  10. Lammel, A., Goloubinoff, M. and Katz, E. (2008). Aires y Lluvias: Antropología del Clima en México. Nueva edición (en línea). México: Centro de estudios mexicanos y centroamericanos. Generado el 12 de diciembre 2020. Disponible en Internet: https://books.openedition.org/cemca/1239?format=toc.
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  15. Raymond, C. Horton, R., Zscheischler, J., Maritus, O., AghaKouchak, A., Balch, J., Bowen, S., Camargo, S., Hess, J., Kornhuber, K., Oppenheimer, M., Ruane, A., Wahl, T. and White, K. (2020). Uderstanding and managing connected extreme events. Nat. Clim. Chang. 10, 611-621.
  16. Teuling, A., Seneviratne, S., Stöckli, R., Reichstein, M., Moors, E., Ciais, P., Luyssaert, S., van den Hurk, B., Ammann, C., Bernhofer, C., Dellwik, E., Gianelle, D., Gielen, B., Grünwald, T., Klumpp, K., Montagnani, L., Moureaux, C., Sottocornola, M. and Wohlfahrt, G. (2010). Contrasting response of European forest and grassland energy exchange to heatwaves. Nature Geoscience. 3, 722-727.

Datos de la Autora:
Ana Fabiola Hernández Domínguez
Estudiante de la Lic. en Ciencias de la Tierra, con Orientación en Ciencias Atmosféricas de la Facultad de Ciencias de la UNAM.
Correo electrónico: ana.f@ciencias.unam.mx.

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