CAPITULO II: Los riesgos del ciclismo: Contaminación

Ricardo Torres Jardón

Hubiéramos llegado más rápido en bici, se escucha sobre el estruendo en uno de los vagones del metro de la ciudad de México, atiborrado, lento y caluroso. Lo dice una joven risueña a su acompañante, y agrega que su mamá la tacha de loca, de suicida porque es peligroso: “Recuerda a tu amigo que se ha fracturado varias veces”. También comenta que le han robado tres bicicletas: “Afuera de los museos Universum y Tamayo; otra, se la llevaron de mi casa. Luego intentaron robarme una más pero ya tenía un mejor candado”.

La práctica del ciclismo, como transporte ecológico, sano y eficiente, enfrenta la paradoja del peligro que entraña en el Distrito Federal; se halla inmerso en un entorno cuyos problemas son patentes, como la inseguridad y la contaminación, además de los constantes accidentes vehiculares. El invierno pasado se difundió en medios de comunicación la muerte de usuarios de bicicleta en varias zonas de la capital. Y no habría que olvidar las numerosas lesiones no fatales en ciclistas.

 

 

Fuente: La Jornada

 

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