Sequía 2020-2021: La segunda más severa del registro reciente

Benjamín Martínez López, Boletín ICAyCC, Christian Dominguez

Con 11 meses cumplidos, la sequía 2020- 2021 es la segunda más grave del registro reciente, después de la ocurrida en 2011. Para el 30 de abril, el 75.27% del territorio nacional presenta algún grado de sequía. Sonora, Chihuahua, Guerrero, Sinaloa y Tamaulipas han sido los más afectados.


| Por Ivan Esau Arenas Ortiz (Becario UVICC-CCA)


La sequía en México no para. La que estamos viviendo es la segunda más grave de todo el registro del Monitor de Sequía, ligeramente menor a la de 2011. Según el último reporte de la CONAGUA, tres cuartas partes del país están sufriendo la falta de lluvia, poco más de la mitad experimenta sequía severa a extrema y sólo una octava parte (situada en la península de Yucatán) no presenta ninguna afectación. Los impactos de este fenómeno, causado por La Niña, hoy son evidentes y el panorama futuro es incierto.

Los estados más afectados, hasta el momento, han sido:

  • Sonora:Cumple siete meses seguidos con los mayores valores de sequía extrema a excepcional. Actualmente tiene una cobertura de estos grados de sequía de 47%.
  • Chihuahua: Con ocho meses de altos valores de sequía extrema a excepcional. A la fecha mantiene esa condición en un 16.6% de su área.
  • Guerrero: Es el de más larga afectación con sequía extrema desde junio del 2020 en algunas regiones. Al 30 de abril, sigue manteniendo una cobertura territorial del 11.5% con esa situación.
  • Sinaloa: Desde febrero su territorio está afectado completamente por sequía severa a extrema. En la actualidad, sus porcentajes son 65% severa y 35% extrema.
  • Tamaulipas: Inició el año con sequía extrema en la zona norte, se ha mantenido así hasta alcanzar sequía excepcional. Al presente, suma 7.1% de su territorio bajo esa condición.
Fig. 1 Reporte del Monitor de sequía, al corte del 30 de abril de 2021. Fuente: CONAGUA.

Radiografía de la sequía 2020-2021

Este evento comenzó en junio del año pasado en las zonas del Norte, Centro y Sur del país, de acuerdo con el Reporte anual del Clima 2020. La falta de lluvia se extendió hacia el norte mexicano, donde se acentuó en el noroeste del país, así como en  Guanajuato, Michoacán, Guerrero y Oaxaca. “Un análisis preliminar muestra que el origen de esta sequía es el fenómeno de La Niña” concuerdan Benjamín Martínez López y Christian Domínguez Sarmiento, investigadores del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.

Con cada mes la cobertura aumentó llegando a alcanzar, al finalizar el año, más de la mitad del país (55.04%) con algún grado de sequía. La sequía extrema a excepcional en Sonora y Chihuahua —los estados más afectados durante 2020— al 30 de diciembre fue de 55.9% y 26.5% de su área, respectivamente.

El año pasado cerró con una precipitación acumulada 20 mm. menor a la del promedio climatológico (1981-2010) de 742 mm. Así se cumplieron dos años con precipitación a la baja, pues 2019 también obtuvo un déficit anual. De estos once meses de sequía, nueve presentaron lluvias por debajo del promedio mensual respectivo. Tuvimos el décimo primer marzo más seco y febrero fue el séptimo más seco desde 1941.Ni el paso de cuatro sistemas frontales ni sus subsecuentes lluvias fueron suficientes para reducir la cobertura de sequía en el mes de abril. Se proyecta que mayo termine con valores ligeramente mayores al promedio mensual.

Cabe mencionar que no existe una definición única y estandarizada de sequía. El marco conceptual que usa el SMN concibe cuatro tipos de sequía. Mientras los tres primeros entienden la sequía como un fenómeno físico, el cuarto tipo se concibe en términos de la oferta y demanda hídrica.

La sequía meteorológica se refiere a la disminución de la lluvia por debajo del promedio climatológico, en un periodo de semanas. Si esta sequía persiste, se reduce la humedad del suelo y puede causar pérdidas en la cubierta vegetal y la producción de los cultivos, se habla entonces de una sequía agrícola. En caso de continuar la sequía, se convierte en una sequía hidrológica, que ocurre cuando no hay los suficientes suministros de agua superficial (lagos, presas, etc.) y subterránea (acuíferos). Por último, al paso de muchos meses, se llega al punto  de la sequía socioeconómica; en la que son visibles impactos económicos, sociales y ambientales que afectan significativamente la vida humana.

Hay dos conceptos con los que suele confundirse la sequía: La aridez y la escasez de agua. La aridez, se refiere a un tipo de clima en el que generalmente llueve poco (menos de 300 mm. anuales acumulados).  Incluso en estos lugares puede caer menos agua de la poca que se espera. Poco más de la mitad del territorio mexicano son tierras secas: zonas con clima semiárido, árido o subhúmedo.

La escasez de agua, por otro lado, ocurre cuando no hay la suficiente agua para cubrir la demanda, de cualquier tipo, en una localidad. La sequía no implica necesariamente escasez de agua. Es indispensable la lluvia, pero la seguridad hídrica igual depende de la demanda, la gestión y el consumo sostenible del recurso.

Impactos visibles en un contexto de crisis climática

Las afectaciones van en todos los sectores, empezando por el agrícola. El Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera reportó una caída de 14.2% en la producción de frijol durante el periodo de mercado Oct 2019 – Sep 2020, debido principalmente a la sequía. El Grupo Consultor de Mercados Agrícolas proyecta, para el año agrícola 2021, una reducción de 3.1% en la producción nacional de maíz, respecto a la producción reportada del año agrícola pasado; como consecuencia de la sequía. En su reporte Mercado del maíz publicado apenas el 11 de mayo, explican la diversidad de factores que han influido en el aumento de los precios del maíz desde junio de 2020 (inicio de la sequía 2020-2021).

La falta de agua en presas de uso agrícola, para finales de marzo, ha dejado cerca de 1 millón 754 mil hectáreas sembradas aún sin cosechar y a los cultivos de cártamo, frijol, maíz grano y papa de Guanajuato, Querétaro y Sonora como los más vulnerables. Desde el inicio de la sequía 2020-2021, CONAGUA a través de 6 operativos de auxilio ha aportado 337 millones de litros de agua para el riego agrícola. Lo cual muestra algunos efectos de la escasez de agua.

Al respecto, el Dr. Benjamín comenta: “Cuando México se industrializa y comienza la construcción de presas, la idea era pasar de un sistema donde esperas que llueva a tener agua en abundancia y sistemas de riego. Pero entonces surge el problema del acaparamiento. Y al final, lamentablemente, grandes extensiones siguen teniendo agricultura de temporal; muy vulnerables a eventos extremos como las sequías. Lo que no debería, si realmente se hubiera dado históricamente mantenimiento a las presas buscando tener los niveles adecuados. Por desgracia, los intereses políticos y económicos respecto al agua son muy fuertes“.

Por su parte, los impactos hidrológicos se reflejan en el almacenamiento de las 210 presas principales de CONAGUA. La mitad de ellas, al corte del 30 de abril, contaban con volúmenes menores a lo esperado, estando debajo del 50% de su capacidad. La mayoría de los estados del norte, exceptuando Durango y Zacatecas, tienen provisiones hídricas en sus presas debajo del promedio. Los casos más críticos son Veracruz con (49% de capacidad), Sinaloa (46%), Coahuila (37%) y Querétaro (14%), según el Informe semanal del Comité Nacional de Grandes Presas.

Fig. 3 Capacidad de llenado (%) de las 210 presas principales de CONAGUA, al 4 de mayo de 2021. Elaboración propia a partir del Informe semanal del Comité Nacional de Grandes Presas

A diferencia de la mayoría de tipos de sequía, la escasez de agua se construye socialmente, considera Christian Domínguez: “También tienen un papel los tomadores de decisiones y la gestión del agua, incluso en tiempos de sequía”.

Sobre cómo se relaciona esta sequía con los 5,029 incendios forestales registrados en lo que va del año, la CONAFOR informó que el 86% de estos incendios son antropogénicos (en su mayoría intencionales o derivados de las actividades agrícolas), 12% de origen desconocido y sólo 2% son naturales. El 93% de estos incendios fueron sobre pastizales/matorrales y 7% sobre terreno arbolado.

Si bien la sequía no es la causa directa, los daños que deja a su paso aumentan los combustibles de dichos desastres y por ende la frecuencia y cobertura de incendios forestales, haciéndolos más difíciles de controlar. La Dra. Christian Domínguez explica: “Cuando tienes un suelo que está muy seco, muy altas temperaturas, muy baja humedad relativa en la atmósfera y una cierta intensidad del viento, entonces tienes una mayor propagación de incendios”.

Por otra parte el Dr. Benjamín Martínez señala: “Siempre hay riesgo de incendios. Por ejemplo, los grandes incendios del 97-98 fueron en condiciones Niño. En la época de estiaje, naturalmente hay más casos. Ahora bien, el descuido de áreas y la inconsciencia agravan la situación. Muchos incendios son provocados y hay que tener cuidado en determinar las causas”. El reporte de CONAFOR del 6 de mayo de 2021 indica que las entidades con mayor número de incendios son el Edomex, CDMX, Michoacán y Chihuahua. Mientras que las de mayor superficie afectada son Guerrero, Nuevo León, Oaxaca y Chihuahua.

Por si fuera poco, los impactos no afectan a todos ni a todas por igual. “Hay vulnerabilidades inherentes a la sequía, que determinan por qué a una región le irá peor que a otra; así como sucede con ciclones tropicales”, afirma Christian Domínguez. La revisión científica de Carlos Dobler y Gerardo Bocco, investigadores delCentro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM, muestra que dicha vulnerabilidad es determinada por varios ejes de diferenciación social (como etnicidad, clase y género). Concluyen que el grupo más vulnerable a la sequía es el sector campesino, particularmente campesinas o comunidades lideradas por mujeres.

Todo lo anterior se puede leer en el contexto de la crisis climática, coinciden los dos investigadores del CCA. Pese a que su postura es que el cambio climático no es la principal causa de la sequía 2020-2021, reconocen que en futuras décadas se darán condiciones que podrían aumentar la frecuencia e intensidad de las siguientes. Sobre esto comenta Christian Domínguez: “El cambio de uso de suelo y la erosión tendrán consecuencias para el ciclo hidrológico y puede empeorar la sequía”.

Benjamín Martínez a su vez declara: “Desde los 70’s, la respuesta del océano al calentamiento global es un estado preferencial de La Niña, causa principal de las sequías. Las observaciones muestran un incremento en la frecuencia de ocurrencia de condiciones de La Niña, pero no es posible determinar aún si esta situación permanecerá así en el mediano y largo plazo”.

Fig. 4 Anomalías de la precipitación anual acumulada (en mm) entre 1979 y 2020. Elaboración de Benjamín Martínez.

El consenso científico se inclina a que el cambio climático hará más árido gran parte del territorio, en especial el Norte, durante el transcurso del presente siglo. Mientras que en algunas regiones húmedas la lluvia incrementará. En tal caso, se espera que  sequías fuertes de mayor duración sean más frecuentes. Benjamín Martínez concuerda, sin embargo agrega: “Esta regla no es absoluta y depende de cómo se ajuste la circulación oceánica al forzamiento radiativo”. En otras palabras, la respuesta que tengan los océanos al calentamiento global puede ser la clave en el papel que jugará la sequía en el futuro.

Un fenómeno histórico

México es muy vulnerable a las sequías. Se estima que al menos un cuarto del territorio siempre experimenta algún grado de ésta y nos ha acompañado incluso desde tiempos prehispánicos. Pese a faltar información sistemática y que está limitada al Valle de México, las crónicas de aquellos años en los que llovía fuego se remontan desde 1500 a.C. Los registros relatan que se perdían las cosechas de maíz, bajaba el nivel de la laguna de Texcoco y cuando se prolongaba la sequía, producía hambre.

La sequía más grave de todo el periodo colonial (1785-1786) se considera un factor detonante de la Guerra de Independencia. Y el estallido de la Revolución ocurrió en un clima de intensas sequías, desastres agrícolas y descontento campesino, de acuerdo con LA CONAGUA. Hubo 38 sequías entre 1910 y 1977. La de 1956 generó pérdidas por cientos de millones de pesos que perjudicaron a 60 mil campesinos que tuvieron que emigrar del país. Fue hasta 1941 que comenzó a monitorearse la precipitación anual, donde el año más seco de ese registro es 1943. En 2002 se implementó un nuevo sistema de observación: El Monitor de Sequía.

El Monitor de Sequía está en operación desde noviembre de 2002. Diez años después da inicio la publicación periódica de sus reportes quincenales; como parte del PRONACOSE, programa creado en respuesta a los estragos de la  sequía 2011-2012. Emplea una metodología compleja que contempla, además de la disminución de lluvia, otros índices como imágenes satelitales de la vegetación, humedad del suelo, porcentaje de agua en presas y el peritaje de expertos locales. CONAGUA especifica la manera en que categoriza la sequía:

Anormalmente Seco (D0): No es una categoría de sequía, sino una condición de sequedad que indica el inicio o final de un periodo de sequía. Impactos inmediatos que van desde retrasar/limitar el crecimiento de los cultivos o pastos, hasta que estos puedan no recuperarse del todo. Existe el riesgo de incendios.

Sequía Moderada (D1): Daños perceptible en cultivos y pastos, un alto riesgo de incendios y comienza a bajar los niveles de cuerpos de agua. Se sugiere una restricción voluntaria de uso del agua.

Sequía Severa (D2): Son ahora probables las pérdidas en la producción agrícola. Usualmente escasea el agua. Se deben imponer restricciones de consumo hídrico.

Sequía Extrema (D3): Las pérdidas en la producción agrícola son mayores, el riesgo de incendios forestales es extremo y la escasez obliga a generalizar reducciones en consumo.

Sequía Excepcional (D4): Situación de emergencia por escasez total de agua en embalses, arroyos y pozos. Producción agrícola con pérdidas extraordinarias, Riesgo excepcional de incendios.

En 2011 el país sufrió la sequía más grave de los últimos 80 años y la peor del registro reciente, con pérdidas valuadas entre los 16 mil a los 150 mil millones de pesos que afectaron aproximadamente a 310,000 personas del sector agrícola y ganadero.

La sequía 2020-2021 es ligeramente menor a la 2011-2012 por dos razones. La primera es el tamaño de la cobertura. Mientras poco más de 75% de la superficie mexicana hoy tiene algún grado de sequía, hace 10 años la cobertura era de más de 85%. En la actualidad, la península de Yucatán ha permanecido sin mayores afectaciones, en tanto que el incidente de 2011 tuvo un comportamiento prácticamente homogéneo sobre el resto de México.

Fig. 5 Comparación de sequía 2020-2021 con sequía 2011-2012, en sus respectivas etapas más severas al momento

En segunda, la sequía de la década pasada supera en intensidad por mucho a la actual. El pico vigente es de 15.24% del país con sequía extrema a excepcional; pero el 30 de junio de 2011 el triple de superficie sufría dicha situación de emergencia. Ante esto, vale la pena preguntarse si puede empeorar la situación al punto de coronarse como la más grave de los últimos ochenta años. Benjamín Martínez considera que es poco probable.

A pesar de que ambos acontecimientos tienen el mismo origen, La Niña que estamos experimentando sigue siendo una hermana menor a la de 2011. Asimismo, se pronostica que entre este mayo y julio ocurra una transición hacia la fase Neutra del fenómeno ENSO.Esto, en palabras de Martínez, “implicaría una disminución de las lluvias asociadas a ciclones tropicales provenientes del océano Atlántico, pero favorecerían los flujos de humedad y el desarrollo de tormentas tropicales en el Pacífico. Eso, en consecuencia, incrementaría las lluvias en los estados del occidente y noroeste de México”.

Sin embargo, la fase Neutra no implica necesariamente el final de la sequía, matiza la Dra. Christian Domínguez. Como sucedió a mediados de 2011; cuando finalizó La Niña y empezó la fase Neutra la sequía socioeconómica no se detuvo y pasaron varios meses para que el área afectada se recuperara de sus estragos.

En definitiva, mirar con la lupa los complejos ciclos térmicos de las aguas del Pacífico tropical nos ayudará a construir el futuro de esta seca historia. “La evolución de la temperatura superficial del mar durante los próximos dos meses serán determinantes para terminar o prolongar las condiciones de sequía que hoy afectan a gran parte de nuestro país”, concluye Benjamín Martínez.

Contraluces de un panorama futuro

Cabe mencionar que hasta la fecha, no se puede pronosticar la evolución de la sequía, Christian aclara, debido a la complejidad de sus factores: “Responde no sólo a lo atmosférico, también a la parte hidrológica y la humedad de los suelos”. Benjamín, en cambio, se muestra más optimista respecto a un pronóstico estacional que alerte la llegada de una sequía con varios meses de antelación. Pero reconoce que le falta a este proyecto todavía mucha investigación para contemplar más elementos y que sea confiable. Por tanto, aunque es precipitado especular el futuro de la sequía 2020-2021, se puede vislumbrar su difuso porvenir con los pronósticos de lluvia.

La perspectiva a futuro es que este mes sigan los patrones descendentes de lluvia acumulada en el norte mexicano, acompañado de recuperaciones en el sur. El siguiente mes se espera que la mayoría del país se encuentre en rangos normales, pero todavía por debajo del promedio. Por último, para julio se pronostica una canícula intensa que cierre con 29 estados reportando anomalías negativas. De modo que la víspera de la temporada de lluvia no brinda un panorama alentador para todo el país, sólo para algunas regiones.

Fig. 6 Perspectiva de la lluvia en los siguientes tres meses de 2021.

No es suficiente la eventual presencia de lluvias; sino además una paulatina recuperación de los impactos. “No importa que llueva una cierta cantidad si todavía no se llenan las presas o se recobran el nivel de los ríos y la humedad perdida del suelo. Para que realmente se acabe la sequía tendría que haber un evento extremo, como los ciclones tropicales, que traigan suficiente lluvia. La temporada de ciclones tropicales podría ayudar en el llenado de las presas, principalmente en el norte del país, donde su nivel de agua es menor al 50%. Si algún ciclón llegara a impactar en Sonora, Sinaloa, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, sus presas podrían llenarse hasta casi el 100%”, concluye Christian Domínguez.

Fig. 7 Capacidad de algunas de las presas presas del noroeste y suroeste del país durante meses con lluvia por ciclones tropicales (barras negras) y meses sin ningún ciclón tropical (barras grises) Fuente: Domínguez y Magaña, 2018

Las políticas públicas han priorizado históricamente el alivio de desastres antes que la prevención de riesgos. “Generalmente, el gobierno federal ha reaccionado ante sequías una vez presentado el problema. Es necesario invertir en ciencia básica para entender los procesos que controlan las lluvias”, recomienda Benjamín Martínez.

Dobler y Bocco coinciden con él y proponen otros tres lineamientos para un mejor manejo de riesgos por sequías y escasez de agua: (2) Mejorar la gerencia federal a la par que se descentraliza el manejo del agua, hacia la pluralidad en la toma de decisiones. (3) Construir capacidades de adaptación en una escala local; bajo un enfoque interdisciplinario que estudie la vulnerabilidad a la sequía con enfoque «de abajo hacia arriba«.

Y (4) Dejar de priorizar exclusivamente la oferta, mediante la expansión de la infraestructura hidráulica (p. ej. por medio de trasvases). Y por medio de la reparación de fugas, tarifas adecuadas, restricciones de consumo, entre otros, desincentivar la demanda; fortaleciendo así a los sistemas de agua frente a la escasez de agua inducida por la sequía. Todo ello, claro, basado en la sustentabilidad, equidad y la justicia socio ambiental, para evitar que los sectores más vulnerables —y que a su vez son quienes consumen menos agua— sean los más perjudicados, como a menudo ocurre.


Coordinación editorial: Silvia Ivonne San Miguel Rodríguez
Revisión científica: Christian Domínguez Sarmiento y Benjamín Martínez López
Revisión de estilo: Carles Canet Miquel