Puede afectar considerablemente los patrones de precipitación y temperatura en el país; los primeros es posible que varíen a lo largo del territorio nacional, según su intensidad
Rafael Paz / Karen Hernández Barrón | Gaceta UNAM
En su pronóstico del 11 de mayo del 2023, la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) apunta que las condiciones climatológicas actuales presentan el 90 % de probabilidad de que en el segundo semestre del año actual se forme ‘El Niño- Oscilación del Sur’ (ENOS).
“Se espera transición de ENOS-neutral en los próximos días, con probabilidad mayor del 90 % de El Niño, persistiendo hasta el invierno del hemisferio norte”, señala el organismo estadunidense, aunque añade: “Aún es posible que la atmósfera tropical no se combine con el océano y El Niño no logre materializarse (5-10 % de probabilidad)”.
El Niño, a decir de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), es un patrón oceánico-atmosférico de variabilidad natural que se presenta a lo largo del Pacífico Ecuatorial y se caracteriza, principalmente, por la variabilidad de la temperatura superficial del océano, la circulación de los vientos alisios y la profundidad de la termoclina o capa de mezcla.
Otra de sus peculiaridades es que “no se presenta de manera periódica, sino irregular, con ciclos de dos a siete años. Un evento de El Niño puede afectar considerablemente los patrones de precipitación y temperatura en México. Sin embargo, los primeros pueden variar a lo largo del país, según la intensidad del fenómeno”, subraya la Conagua.
¿Cómo repercute?
Para Alejandro Jaramillo Moreno, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC), en caso de que la tendencia avance y se desarrollen las condiciones relacionadas con un evento de El Niño del ENOS, sus efectos no se presentarían de forma inmediata en el Pacífico y el territorio mexicano.
Así lo explicó: “Hay un cierto desfase entre la aparición de El Niño y sus efectos, pero sabemos que cuando está la fase El Niño, todo el planeta sufre consecuencias; por lo que se refiere a México, las condiciones en el Pacífico Tropical Este se hacen más favorables para los ciclones tropicales”.
“Si cambiamos de fase, podríamos esperar un aumento en el número de ciclones tropicales en el océano Pacífico; en el Atlántico, las condiciones son contrarias: las cortantes de los vientos, los perfiles termodinámicos y la estabilidad de la atmósfera no favorecen los ciclones en esta región. Ésta sería la primera consecuencia ahora que empieza la temporada de huracanes, si tenemos la transición vamos a empezar a verla”, agregó.
Otro de los efectos de este patrón atmosférico se encuentra relacionado con la humedad, señaló Jaramillo Moreno:
“Si se da una transición a El Niño, tendremos probablemente condiciones secas en la parte del litoral Pacífico Sur del país. Todas las costas del Pacífico en México estarán afectadas por la disminución de precipitaciones. En cambio, en el norte de México, este cambio implica más humedad. ¿A qué se debe esto? A que hay más ciclones tropicales en el Pacífico. Esos ciclones pueden entrar a tierra y traer precipitación, que es uno de los efectos más importantes de los ciclones. No todo es destrucción, también brindan humedad”.
El Niño, a su vez, explicó el especialista, favorece la entrada de humedad durante la temporada seca por la llegada de frentes fríos al país.
A pesar de que hay un 90 % de probabilidad de que se presente el fenómeno, el investigador del ICAyCC advirtió: “Cada Niño es diferente, unos generan condiciones prácticamente imperceptibles y otros son muy fuertes. No hay mucho que la sociedad pueda hacer para evitar que ocurra, pero sí se puede preparar para las posibles consecuencias”.
Y añadió: “Por ejemplo, durante un Niño, la región centro de México tiende a secarse. Al tener condiciones más secas hay que prepararse para la probabilidad de que eventos relacionados con menos precipitación puedan ocurrir, como incendios forestales.
Otra forma es con la administración de los recursos hídricos. Si se sabe que en una región en particular se tendrá menos agua, se deben empezar a gestionar mejor los recursos hídricos, pensando en que escasearán dentro de unos meses.”
Las cifras difundidas por la OMM apuntan que hay un 66 % de probabilidad de que, entre 2023 y 2027, la temperatura media mundial anual cerca de la superficie supere en más de 1.5 °C los niveles preindustriales durante al menos un año. Asimismo, hay un 98 % de probabilidad de que al menos uno de los próximos cinco años, así como el lustro en su conjunto, sean los más cálidos jamás registrados.
Petteri Taalas, secretario general de la OMM, puntualizó en un comunicado que “estos datos no significan que vayamos a superar de manera permanente el nivel de 1.5 °C previsto en el Acuerdo de París, el cual se refiere al calentamiento a largo plazo durante muchos años. Aun así, la OMM da la voz de alarma en relación con el hecho de que superaremos el nivel de 1.5 °C transitoriamente y cada vez con más frecuencia”.
De acuerdo con el organismo internacional, en 2015 la probabilidad de que el calentamiento global sobrepase en 1.5 °C los niveles preindustriales era casi nula; sin embargo, entre 2017 y 2021, la probabilidad de superación de dicho umbral alcanzó el 10 %.